jueves, 4 de mayo de 2017
EL ULTIMO AMOR
El último amor
I
Amor mío, amor mío,
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de
salir. Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz
se queja en la garganta.
Amor mío...
Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio
la puerta, si es que no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No
puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en
todo aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y
lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duermes poquito a poco, deshaciéndote,
desliéndote en la noche que poco a poco te anega.
¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer
que nunca más despertases!
II
Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo
sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo
movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan:
las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen sólo un suave
sonido,
y cerrando los ojos se pudiese escuchar en el sueño...
yo las oí. Y su sonido final fue como el de una
llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté. Silenciosamente
cerré la puerta yo mismo, sin ruido.
Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...
Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente,
Suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo ya nunca repetiría.
III
Porque era el último amor. ¿No lo sabes?
Era el último. Duérmete. Calla.
Era el último amor...
Y es de noche.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de
salir. Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz
se queja en la garganta.
Amor mío...
Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio
la puerta, si es que no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No
puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en
todo aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y
lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duermes poquito a poco, deshaciéndote,
desliéndote en la noche que poco a poco te anega.
¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer
que nunca más despertases!
II
Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo
sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo
movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan:
las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen sólo un suave
sonido,
y cerrando los ojos se pudiese escuchar en el sueño...
yo las oí. Y su sonido final fue como el de una
llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté. Silenciosamente
cerré la puerta yo mismo, sin ruido.
Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...
Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente,
Suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo ya nunca repetiría.
III
Porque era el último amor. ¿No lo sabes?
Era el último. Duérmete. Calla.
Era el último amor...
Y es de noche.
LLORABA MI NIÑA
Lloraba la niña
Lloraba la niña
(Y tenía razón)
La prolija ausencia
De su ingrato amor.
Dejóla tan niña,
Que apenas creo yo
Que tenía los años
Que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
Del galán traidor,
La halla la Luna
Y la deja el Sol,
Añadiendo siempre
Pasión a pasión,
Memoria a memoria,
Dolor a dolor.
Llorad, corazón,
Que tenéis razón.
Dícele su madre:
«Hija, por mi amor,
Que se acabe el llanto,
O me acabe yo.»
Ella le responde:
«No podrá ser, no:
Las causas son muchas,
Los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
Tanta sinrazón,
Y lágrimas lloren
En esta ocasión,
Tantas como dellos
Un tiempo tiró
Flechas amorosas
El arquero dios.
Ya no canto, madre,
Y si canto yo,
Muy tristes endechas
Mis canciones son;
Porque el que se fue,
Con lo que llevó,
Se dejó el silencio,
Y llevó la voz.»
Llorad, corazón,
Que tenéis razón.
(Y tenía razón)
La prolija ausencia
De su ingrato amor.
Dejóla tan niña,
Que apenas creo yo
Que tenía los años
Que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
Del galán traidor,
La halla la Luna
Y la deja el Sol,
Añadiendo siempre
Pasión a pasión,
Memoria a memoria,
Dolor a dolor.
Llorad, corazón,
Que tenéis razón.
Dícele su madre:
«Hija, por mi amor,
Que se acabe el llanto,
O me acabe yo.»
Ella le responde:
«No podrá ser, no:
Las causas son muchas,
Los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
Tanta sinrazón,
Y lágrimas lloren
En esta ocasión,
Tantas como dellos
Un tiempo tiró
Flechas amorosas
El arquero dios.
Ya no canto, madre,
Y si canto yo,
Muy tristes endechas
Mis canciones son;
Porque el que se fue,
Con lo que llevó,
Se dejó el silencio,
Y llevó la voz.»
Llorad, corazón,
Que tenéis razón.
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